No puedes hacer fotos

No puedes hacer fotos, ni tampoco sentarte en el suelo si no eres un niño. Si eres adulto te puedes poner en cuclillas, y apoyar una rodilla, pero no las dos. Tiene cuatro guardianes estresados diciendo ‘NO’, y una masa de turistas que se mueve constantemente, que hace ruido con sus audioguías, que quiere hacer LA foto. Y aún así hay que seguir viniendo a verlo cada cierto tiempo, porque sigue siendo una de las ventanas al abismo más grandes a la que asomarse, una especie de ‘post-it’ gigante que sobrevive a la sociedad de desmemoriados de este país, que sigue gritando que sí, que pasó. Y entonces el esfuerzo por recordar se convierte en un acto de resistencia. Perdón al personal de sala por la foto, ellos sólo hacen su trabajo, pero yo no puedo dejar tampoco de hacer el mío.

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Cuidar

La abuela dice que mi camiseta enseña demasiada carne, luego pregunta dónde está mi marido, tira de mi camiseta para arriba, me pregunta que si cuando estuve lejos extrañé, y dice que estoy ‘gordita’, me da un beso y recuerda que cuando era pequeña era muy buena, luego acaricia al perro y se ríe, porque cuando nadie la mira le da su pan.

Cuando mi madre le pone la comida dice que si yo no como ella tampoco, y yo me siento a su lado a tomarme un plato de puchero aunque he quedado para comer más tarde.Le doy un beso de despedida y me pregunta por qué me tengo que ir, y yo le digo que tengo cosas que hacer, y ella repite que por qué, y yo le respondo que tengo una casa que atender. Entonces ella comprende, y me deja ir.

Ayer en la playa la bebé de mis amigos se quedó dormida en mis brazos, sobre mi hombro derecho. Y su sueño transmitía la misma calma que la que siente mi abuela cuando me da la mano para bajar las escaleras o pega su hombro contra el mío mientras juntas miramos  fotos en mi ordenador. Es la calma de aquellos que se dejan cuidar, que cuidaron o que cuidarán, pero que ahora necesitan ser cuidados.

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#encalabuelaproyecto

D’Agata y el desdoblamiento de los tiempos

Captura de pantalla 2016-01-05 a las 19.13.19Cambiamos de año y no he hecho ni recuento del anterior ni promesas para el siguiente. Nos reímos mientras otros están de luto y lloramos de pena cuando aquellos lo hacen de felicidad. No existe un principio ni un final, todo es pasado, presente y futuro. Las penas no vienen solas, simplemente porque la vida no se compone de hechos aislados.

Pero creo que, mejor que yo, es Antoine D’Agata quien ha sabido expresar excelentemente este concepto tan unido a la teoría del desdoblamiento de los tiempos en su exposición ‘Anticorps‘, abierta al público en La Térmica (Málaga) hasta el 5 de febrero. Las imágenes, las series y los recuerdos se mezclan, se entrepisan y se contaminan, haciendo de la sala completa una única obra.

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